La principal función de la máscara es transfigurar. Es decir, producir un efecto ilusorio, engañoso; intrigar y atemorizar. Cubre al hombre y lo convierte momentáneamente y rápidamente en algo distinto. Muestra y oculta a la vez. Aparece en un amplio espectro de actividades del hombre.

Las representaciones de máscaras más antiguas fueron de animales. Los cazadores de un período prehistórico habrían realizado esta actividad enmascarados para acercarse a la presa.

Se ha utilizado la máscara tanto en la guerra como en la paz, en ceremonias religiosas solemnes como en representaciones sin sentido, tan sólo de puro entretenimiento. Tiene también función social normativa como sucede en las ceremonias de iniciación de adolescentes; en sociedades secretas, en donde se transmiten normas de comportamiento y relación. En tratamientos de sanidad, como son ciertas ceremonias chamanistas.

La máscara forma parte del patrimonio cultural del hombre y no se ha desprendido de ella desde hace miles de años.

Para la elaboración de las máscaras se ha elegido la clasificación “por finalidad de uso de la máscara”